Una de las frases más acertadas que he escuchado en estos 27 años de vida es el consabido dicho de "El perro es el mejor amigo del hombre". Sin embargo, aquellos que, como yo, hayáis podido disfrutar de la compañía de estos animales sabréis apreciar hasta qué punto es cierta. No es solo la lealtad incondicional que profesan a sus dueños lo que les convierte en uno más de la familia, sino también sus miradas, sus gestos, sus manías o el monótono saludo a la vuelta del trabajo. Su fidelidad al fin y al cabo.
Y es que no es difícil encontrarse con historias en los periódicos locales que recojan, cada cierto tiempo, alguna hazaña realizada por estos magníficos animales. La más reciente que mi memoria recuerda es la protagonizada por un pastor alemán que salvó a la hija de un matrimonio de ahogarse en la piscina. Párate a pensarlo. Un pastor alemán alertó a la familia de que la niña se ahogaba para después ir a por ella. Increíble es el adjetivo que usarán aquellos que no hayan tenido un perro a su lado nunca. Lógico, simplemente, para aquellos que sí. En cualquier caso, son este tipo de actuaciones las que les han hecho dignos de la frase con la que empecé este artículo y cuyo origen paso a relatarte hoy.
Un perro. Un amigo.
Había escuchado sus amenazas durante mucho tiempo pero jamás pensó que fuese a llevarlas a cabo. Al fin y al cabo, se trataban los insultos de un vecino que parecía profesar odio hacia los animales por mero pasatiempo. Sin embargo, aquella mañana de finales de agosto las había cumplido finalmente. Su viejo compañero de fatigas, Old Drum, apareció muerto de un tiro en la cabeza en la finca contigua, propiedad de Leónidas Hornsby. Charles Burden aún no podía creérselo. No hacía ni tan siquiera 10 horas de que su ya envejecido galgo le estuviese esperando a la salida de la taberna para recorrer juntos el camino de vuelta a casa. Siempre hablabla de él a sus amigos, orgulloso de su comportamiento y del buen servicio que le había proporcionado en sus mejores tiempos como perro de caza. Nadie dudaba de que ese perro delgaducho era su mejor amigo. Ahora cualquiera de esas historias se habían convertido para Burden en un doloroso pasado por la obra de un infame personaje incapaz de entender que la vida de un animal vale mucho más de lo que la razón es capaz de comprender.
Desolado, Charles decidió acudir a juicio en busca de la condena que él se sentía incapaz de impartir con sus propias manos. El caso a sus ojos era tan evidente que nadie podría ni quitarle la razón ni librar del castigo a su acaudalado vecino. Una vez más, se equivocaba. Los jueces de Warrensbourg se rieron de él. ¿Cómo podía pedir justicia para un perro? Esa noche tan solo pudo llorar desconsoladamente por su fiel amigo hasta que al alba se decidió a llevar el caso hasta las cortes del Estado en la búsqueda de una resolución más justa.
Elogio a un perro
Un año más tarde, en 1970, el jucio tuvo finalmente lugar. Los 150 dólares de indemnización que como máximo Burden podría obtener si ganaba el pleito apenas le importaban. Era el hecho de hacer justicia a la vida de su amigo lo que realmente le había llevado hasta aquel lugar. A su lado se sentaba George Graham Vest, un eminente abogado amante de los animales que tras oir el caso decidió hacer frente a los prestigiosos abogados que había contratado el vecino de Burden para defenderse. De hecho, prometió "disculparse personalmente con cada perro de Missouri" si perdía el juicio.
No hubo lugar para esas disculpas. Si los abogados de Leónidas esperaban un discurso que se valiese de la pérdida económica que suponía la muerte del perro para Burden estaban más que equivocados. A Graham Vest le bastó con hacer entender a todos los asistentes el valor de la vida de un perro para ganar el jucio. Su discurso aún permanece grabado al pie de la estatua de Old Drum que adorna la Corte de Warrensburg y sus palabras, resumidas en la frase "El perro es el mejor amigo del hombre", siguen hoy vivas en la mente de cualquier persona que posea uno de estos magníficos animales.
“Caballeros del jurado: El mejor amigo que un hombre puede tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. Su propio hijo o hija, a quienes crió con amor y atenciones infinitas, pueden demostrarle ingratitud. Aquellos que están más cerca de nuestro corazón, aquellos a quienes confiamos nuestra felicidad y buen nombre, pueden convertirse en traidores.
El dinero que un hombre pueda tener también podrá perderlo, volará en el momento que más lo necesite. La reputación de un hombre quedará sacrificada por un momento de locura o debilidad.Las personas están dispuestas a caer de rodillas para honrar nuestros éxitos, serán los que arrojen la primera piedra, cuando el fracaso coloque nubes sobre nuestro porvenir.
El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su perro. Caballeros del jurado, el perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormirá en el frío piso donde sopla el viento y cae la nieve, sólo para estar junto a su amo. Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle, lamerá las heridas y amarguras que produce el enfrentamiento con el áspero mundo. Si la desgracia deja a su amo sin hogar y amigos, el confiado perro solo pide el privilegio de acompañar a su amo para defenderlo contra todos sus enemigos.
Y cuando llega el último acto, y la muerte hace su aparición y el cuerpo es enterrado en la fría tierra, no importa que todos los amigos hayan partido. Allí junto a la tumba, se quedará el noble animal, su cabeza entre sus patas, los ojos tristes pero abiertos y alertas, noble y sincero, más allá de la muerte”.
Epílogo
No solo ganó el jucio, sino que logró que la pena impuesta a Leónidas fuese de 550 dólares, un castigo mucho mayor que los 150 que suponía el maltrato de animales en aquella época. Pero creo que es lo de menos, lo importante es que por fin el mundo encontró las palabras acertadas para describir el amor y la lealtad que un perro profesa hacia su amo. Benditos animales.
Y es que no es difícil encontrarse con historias en los periódicos locales que recojan, cada cierto tiempo, alguna hazaña realizada por estos magníficos animales. La más reciente que mi memoria recuerda es la protagonizada por un pastor alemán que salvó a la hija de un matrimonio de ahogarse en la piscina. Párate a pensarlo. Un pastor alemán alertó a la familia de que la niña se ahogaba para después ir a por ella. Increíble es el adjetivo que usarán aquellos que no hayan tenido un perro a su lado nunca. Lógico, simplemente, para aquellos que sí. En cualquier caso, son este tipo de actuaciones las que les han hecho dignos de la frase con la que empecé este artículo y cuyo origen paso a relatarte hoy.
Un perro. Un amigo.
Había escuchado sus amenazas durante mucho tiempo pero jamás pensó que fuese a llevarlas a cabo. Al fin y al cabo, se trataban los insultos de un vecino que parecía profesar odio hacia los animales por mero pasatiempo. Sin embargo, aquella mañana de finales de agosto las había cumplido finalmente. Su viejo compañero de fatigas, Old Drum, apareció muerto de un tiro en la cabeza en la finca contigua, propiedad de Leónidas Hornsby. Charles Burden aún no podía creérselo. No hacía ni tan siquiera 10 horas de que su ya envejecido galgo le estuviese esperando a la salida de la taberna para recorrer juntos el camino de vuelta a casa. Siempre hablabla de él a sus amigos, orgulloso de su comportamiento y del buen servicio que le había proporcionado en sus mejores tiempos como perro de caza. Nadie dudaba de que ese perro delgaducho era su mejor amigo. Ahora cualquiera de esas historias se habían convertido para Burden en un doloroso pasado por la obra de un infame personaje incapaz de entender que la vida de un animal vale mucho más de lo que la razón es capaz de comprender.
Desolado, Charles decidió acudir a juicio en busca de la condena que él se sentía incapaz de impartir con sus propias manos. El caso a sus ojos era tan evidente que nadie podría ni quitarle la razón ni librar del castigo a su acaudalado vecino. Una vez más, se equivocaba. Los jueces de Warrensbourg se rieron de él. ¿Cómo podía pedir justicia para un perro? Esa noche tan solo pudo llorar desconsoladamente por su fiel amigo hasta que al alba se decidió a llevar el caso hasta las cortes del Estado en la búsqueda de una resolución más justa.
Elogio a un perro
Un año más tarde, en 1970, el jucio tuvo finalmente lugar. Los 150 dólares de indemnización que como máximo Burden podría obtener si ganaba el pleito apenas le importaban. Era el hecho de hacer justicia a la vida de su amigo lo que realmente le había llevado hasta aquel lugar. A su lado se sentaba George Graham Vest, un eminente abogado amante de los animales que tras oir el caso decidió hacer frente a los prestigiosos abogados que había contratado el vecino de Burden para defenderse. De hecho, prometió "disculparse personalmente con cada perro de Missouri" si perdía el juicio.
No hubo lugar para esas disculpas. Si los abogados de Leónidas esperaban un discurso que se valiese de la pérdida económica que suponía la muerte del perro para Burden estaban más que equivocados. A Graham Vest le bastó con hacer entender a todos los asistentes el valor de la vida de un perro para ganar el jucio. Su discurso aún permanece grabado al pie de la estatua de Old Drum que adorna la Corte de Warrensburg y sus palabras, resumidas en la frase "El perro es el mejor amigo del hombre", siguen hoy vivas en la mente de cualquier persona que posea uno de estos magníficos animales.
“Caballeros del jurado: El mejor amigo que un hombre puede tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. Su propio hijo o hija, a quienes crió con amor y atenciones infinitas, pueden demostrarle ingratitud. Aquellos que están más cerca de nuestro corazón, aquellos a quienes confiamos nuestra felicidad y buen nombre, pueden convertirse en traidores.
El dinero que un hombre pueda tener también podrá perderlo, volará en el momento que más lo necesite. La reputación de un hombre quedará sacrificada por un momento de locura o debilidad.Las personas están dispuestas a caer de rodillas para honrar nuestros éxitos, serán los que arrojen la primera piedra, cuando el fracaso coloque nubes sobre nuestro porvenir.
El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su perro. Caballeros del jurado, el perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormirá en el frío piso donde sopla el viento y cae la nieve, sólo para estar junto a su amo. Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle, lamerá las heridas y amarguras que produce el enfrentamiento con el áspero mundo. Si la desgracia deja a su amo sin hogar y amigos, el confiado perro solo pide el privilegio de acompañar a su amo para defenderlo contra todos sus enemigos.
Y cuando llega el último acto, y la muerte hace su aparición y el cuerpo es enterrado en la fría tierra, no importa que todos los amigos hayan partido. Allí junto a la tumba, se quedará el noble animal, su cabeza entre sus patas, los ojos tristes pero abiertos y alertas, noble y sincero, más allá de la muerte”.
Epílogo
No solo ganó el jucio, sino que logró que la pena impuesta a Leónidas fuese de 550 dólares, un castigo mucho mayor que los 150 que suponía el maltrato de animales en aquella época. Pero creo que es lo de menos, lo importante es que por fin el mundo encontró las palabras acertadas para describir el amor y la lealtad que un perro profesa hacia su amo. Benditos animales.
Fuente: http://www.culturizame.es/
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